11 dic 2010

SILENCIO ROTO



Había una vez el silencio. Pero no cualquier silencio. Un silencio profundo, intenso, enorme. De tal magnitud que penetraba por los huesos, las venas, las arterias hasta alojarse perpetuamente en el corazón de cada ser vivo. Tan inmenso era que causaba dolor. Nadie era capaz de abrir la boca ni para comer ni para suspirar. Los cuerpos estaban inmóviles por la rigidez causada por el dolor que producía el silencio. Nadie era capaz de elaborar una solución, ya que nadie podía ni moverse ni discutir el tema. La gente y los animales empezaban a sufrir desnutrición y esto traía aparejada debilidad que causaba a su vez otras enfermedades. Pensar, aunque con sufrimiento, sí podían. Eso hizo que después de mucho tratar de descubrir lo que había pasado, la gente llegará a ver con claridad la respuesta. Los músicos del mundo, cansados del robo de sus obras, dejaron de componer. La gente utilizaba Internet no ya como una herramienta útil en su trabajo o su vida social, sino como una herramienta para bajarse su música preferida y hasta podía escucharla en Internet mismo. Las compañías productoras, viendo que por esta causa las ventas habían bajado muchísimo, dejaron de producir. La gente escuchaba una y otra vez los CDs y cintas que tenían, hasta arruinarlos. No había material nuevo que comprar y todo lo que estaba en Internet ya era viejo y tan escuchado que poco a poco la gente se fue cansando y dejó de escuchar música. Los canales y programas de video clip al no tener material nuevo para trasmitir ni disqueras que quisieran publicitar debieron cambiar el rubro. Algo parecido pasó con la radio, donde sólo se escuchaba ya las noticias y los partidos de fútbol. La gente no llamaba a la radio porque no tenían temas que quisieran pedir y dejaron de pasarse los Top 10. La falta de música fue creando el silencio y secando las almas. La situación era desesperante y sin salida posible si no fuera por una guitarra. La guitarra se sentía cansada y dolorida, harta de estar en un rincón sin poder sonar. Veía como su propietario se iba apagando poco a poco y su madera comenzó a traspirar con lágrimas de tristeza. Decidió que debía ser capaz de algo imposible, era un objeto, sin pies para colmo, sin embargo estaba decidida a intentarlo. De una manera que hasta para ella hoy resulta misteriosa, se encaramó al piano enfundado de la sala. Le hablo desde su corazón de madera, el piano escuchaba y lloraba también de pena. Si la guitarra había podido llegar hasta él, él debía ser capaz también de algún milagro. Y así, enfundado y cerrado como estaba, empezó a sonar junto con la guitarra, un dúo hermoso con una melodía completamente nueva e inventada por ellos. Su sonido empezó a penetrar paredes, muebles, traspasó calles e inundó las almas de quienes hasta el momento habían estado inmóviles. La gente comenzó a sonreír primero, a levantarse después, a bailar, a cantar, a alimentarse. Ese día fue una fiesta a nivel mundial. Los sitios de Internet comenzaron a mejorar sus sistemas de seguridad, los músicos empezaron a componer nuevamente y las compañías disqueras se decidieron a grabar, pues la gente volvió a comprar su música favorita. Desde entonces, el silencio fue roto y nunca más causó un dolor tan profundo.

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