31 oct 2010

SUJETO TÁCITO


     Mi marido afirma que la mayoría de mis cuentos empiezan siempre con un sujeto tácito y, quizá por rebeldía o por romper la monotonía (que no la paciencia) he decidido variar y empezar mi historia con un sujeto definido al que le pondré nombre. Sin embargo, quizá por capricho o burla a mí misma, he decidido que mi personaje se llame Tácito.

     Tácito no era invisible, pero lo parecía, pasaba por la vida de los demás de una manera tan poco notoria que muchos hubieran sido capaces de asegurar que Tácito no existía y hasta que eran los padres. Pero no era cierto, era tan de carne y hueso como usted o como yo. Medía 1,70 metros, pesaba 75 kilos, rubio, con algunas canas tempranas teniendo en cuenta sus 32 años. Graduado como ingeniero agropecuario y sin haber ejercido nunca su profesión, Tácito se sentía fracasado. Era soltero, porque ninguna mujer notaba su existencia. No tenía amigos, vivía completamente solo y a veces dudaba de sí mismo y de que valiera la pena seguir viviendo. Pero seguía adelante, imbuido en un mundo de fantasías que él mismo se había inventado y que día a día iba creciendo de tal forma que llegó a creerlo más real que su propia vida. 

     En ocasiones, la luz del amanecer puede parecernos implacable, a Tácito le pasaba casi siempre y se despertaba muy lentamente, con pesadez, como si no tuviera más remedio. El lunes 25 de abril del 2005 no fue una excepción. Se sentó a tomar mate al lado de la ventana, preguntándose una vez más para qué seguía vivo y aferrándose como tantas otras veces a su mundo imaginario mientras miraba fijamente la espuma de la yerba. No podría explicar cómo, y él tampoco, Tácito apareció adentro del mate que resultó ser el mundo que tantas veces imaginó. Allí no pasaba desapercibido, todos lo saludaban con cariño e insistían en que los visitaran en sus casas. Las muchachas más hermosas se desvivían por llamar su atención y lograr su admiración. Al principio estaba fascinado, emocionado y hasta feliz. Pero poco a poco él mismo se fue aislando, sentía que no era él. Y un día, mientras tomaba mate al lado de la ventana, apareció en su casa tomando mate al lado de la ventana.

30 oct 2010

MOMENTO DE DECISIÓN


           Cuando recuerdo nuestro último encuentro me entra un temblor por todo el cuerpo. Yo lo conocía de todas formas y colores y estaba convencida de que no había nada nuevo que pudiera mostrarme. Sin embargo esa vez me sorprendió, desde que lo vi de lejos, llegando tarde como siempre, supe que no era el de siempre. Su forma de sentarse y mirarme era distinta también. Antes de que empezara a hablar noté que algo no andaba bien. Fue lanzando cada una de sus palabras de a poco y a medida que lo hacía sentía que el piso se movía y todo parecía ablandarse hasta desaparecer a mí alrededor. De pronto me volví sorda, no podía ni quería seguir escuchando. Estaba convencida de la razón de su discurso y no tenía dudas de que esa era la mejor solución. Prorrumpí a llorar amargamente, el pecho comenzó a sentirse vacío y la gente que nos rodeaba se me antojaba culpable del motivo de mi dolor. El café que nos tomamos parecía infinito, creí que sería incapaz de llegar al final y sin embargo lo hice, aunque como media hora después de su abrazo y de su ida. Nunca antes me había abrazado con tanta fuerza, y él también lloró…

     -¿Y si te venís vos también, ma?- Aún resuena en mi oído su pregunta. Irme…, dejar atrás todo…, los recuerdos, mis otros dos hijos, mis nietos, vender el negocio, la casa… Dejarlo ir…, irme… Me sentía entre la espada y la pared, mi nene, el más pequeño, dejarlo ir… Me sentía una traidora, pero irme era traicionar a los mayores, a mis nietos, mis aromas, mis sabores, mi idioma…

     La charla con mi segundo hijo hizo que volvieran los mismos sentimientos que la otra vez, y también desmembrada. Poco a poco me iban partiendo en pedazos. Tres de mis nietos, mi hijo del medio y un país diferente al de su hermano. El mismo planteo y el mismo dolor…

     Cuando la mayor vino con la noticia, creí que se me iba el alma, la vida. De pronto sentí que no había lugar en el mundo para mí y a la vez tenía cuatro lugares que eran míos, tan míos como de nadie más. Ya estaba convencida que no me quedaba dolor por sufrir…

     Llega un momento en la vida en que la necesidad de tomar decisiones nos acorrala. Quizá fuera la hora de partir también para mí, pero adónde… Finalmente hice las valijas sin mirar atrás, buscando un país neutral cerca de todos y lejos del mío, tan lejos…

27 oct 2010


DE LA RISA AL DOLOR...

Había una vez un hombre. Un día, mientras estaba en su oficina, notó que la mano derecha no le respondía y se asustó mucho. Todo comenzó con una picazón insoportable. No encontraba manera de rascarse. Desesperado miraba a todos lados con miedo a ser observado y que alguien se diera cuenta. Entonces descubrió que su modo de mirar había cambiado, ahora notaba cosas que nunca antes había observado. De golpe, la picazón se transformó en rigidez y una angustia muy grande lo invadió. Miraba su mano, observaba todo y el susto aumentaba. Repentinamente su mano tomó un color negro muy obscuro y se sorprendió. No pasó mucho tiempo hasta que noto que su mano se volvía de un material plástico muy resistente. Se metió la mano en el bolsillo desesperado, se dirigió a la oficina de su jefe y le pidió retirarse más temprano por motivos de salud. Tomó un taxi, seguro de que era peligroso intentar manejar en ese estado. Cuando llegó a su casa se apresuró a retirar la mano del bolsillo, le abultaba muchísimo y le molestaba. En el trascurso del viaje había sentido el crecimiento de su mano. Lo que nunca imaginó es que se habría transformado en una CÁMARA DE FOTOS. Impresionado como estaba se la examinaba una y otra vez, curioso, asustado, sorprendido. A medida que pasaban los minutos la cámara se iba auto completando hasta no tener qué envidiarle nada a las mejores del mercado. Sintió de repente que debía hacer algo, sin duda se había transformado en alguien muy peculiar y tenía que poder sacar ventaja de ello. Se anotó en un curso de fotografía. Al principio el profesor y sus compañeros se quedaron pasmados sin saber qué pensar o cómo reaccionar. Pasaron del estupor a la admiración al ver la maravillosa cámara que era su antigua mano y poco a poco se fueron acostumbrando a él. Aprendió a sacarle todo el partido posible y se transformó en un gran fotógrafo. No había exposición fotográfica en la que no hubieran fotos suyas, en la oficina lo cambiaron de sección y lo trasladaron a la de promoción y prensa. Se editaron libros con sus fotos y los periódicos se peleaban por tener fotos suyas. Los científicos insistían en querer estudiarlo, pero él se negaba asustado de que pudieran desmantelarle y arruinarle la cámara. Su vida había cambiado por completo y aunque en ocasiones sentía la necesidad de su mano, era un hombre tan feliz como no había sido nunca antes. Un día tuvo un accidente de tránsito y quedó en estado muy grave. El accidente había arruinado la cámara, la cual fue atrofiándose poco a poco hasta retrotraerse a su estado natural de mano. Nadie podía entender el fenómeno que había acaecido. Pero eso ya no importaba, cuando le dieron el alta era el hombre más triste del universo y nunca más volvió a sonreír.

26 oct 2010

MISTERIO EN LA GALERÍA


MISTERIO EN LA GALERÍA

Señoras y señores!!!!! Hoy les damos la bienvenida a la primera exposición fotográfica de nuestra galería de arte. Esperamos que la misma sea de vuestro agrado. Los acompañaré en el recorrido y cualquier duda que surja, estoy a vuestra entera disposición.

Algo extraño pasaba con este guía, es algo imposible de definir, pero lo cierto es que bastaba que abriera la boca, así fuera para bostezar y lograba de inmediato, un profundo silencio. Nunca había visto algo así. He recorrido muchos museos y salas de exposiciones en todo el mundo, pero nunca un guía había conseguido semejante cosa. Cuando no era un estornudo o una tos, era un murmullo, el sonido de una bolsa de caramelos o un niño pidiendo a su madre que quiere hacer pis. Pero con este hombre la gente apenas se atrevía a respirar, tan sólo lo suficiente como para poder continuar vivo. Si alguien era asmático, pues dejaba de serlo al instante, tan sólo por una imposición sorda, muda, nunca pronunciada; pero que se percibía en el ambiente. Y no es que alguien lo escuchara con mucha atención, ni siquiera podría decir exactamente qué nos contó de cada foto, ni en general, sólo sé que apenas si me atrevía a observar las fotografías expuestas. Ni siquiera atendía demasiado a lo que miraba, tan metida en mis meditaciones sobre este extraño ser, terminé el recorrido viendo atentamente sólo la última de las fotos ¡¡¡Y ni siquiera la puedo describir!!! Era una foto en blanco y negro, totalmente surrealista y con algo de desenfoque alrededor de lo que sea que estuviera fotografiado. Me quedé absorta, inquieta, mirando y tratando de descubrir lo que allí se encerraba. El guía lo notó y me preguntó: ¿Le gusta esta foto? No pude responderle, sólo lo miré fijamente y él leyó la respuesta en mi mirada. Es una idea, su idea, lo que usted quiere que sea y es mi propia esencia, aunque no la haya sacado yo. No sabría explicar el motivo, pero silenciosamente, como si mis lágrimas tampoco se atrevieran a romper el silencio calladamente impuesto por este hombre, empecé a llorar.