30 oct 2010

MOMENTO DE DECISIÓN


           Cuando recuerdo nuestro último encuentro me entra un temblor por todo el cuerpo. Yo lo conocía de todas formas y colores y estaba convencida de que no había nada nuevo que pudiera mostrarme. Sin embargo esa vez me sorprendió, desde que lo vi de lejos, llegando tarde como siempre, supe que no era el de siempre. Su forma de sentarse y mirarme era distinta también. Antes de que empezara a hablar noté que algo no andaba bien. Fue lanzando cada una de sus palabras de a poco y a medida que lo hacía sentía que el piso se movía y todo parecía ablandarse hasta desaparecer a mí alrededor. De pronto me volví sorda, no podía ni quería seguir escuchando. Estaba convencida de la razón de su discurso y no tenía dudas de que esa era la mejor solución. Prorrumpí a llorar amargamente, el pecho comenzó a sentirse vacío y la gente que nos rodeaba se me antojaba culpable del motivo de mi dolor. El café que nos tomamos parecía infinito, creí que sería incapaz de llegar al final y sin embargo lo hice, aunque como media hora después de su abrazo y de su ida. Nunca antes me había abrazado con tanta fuerza, y él también lloró…

     -¿Y si te venís vos también, ma?- Aún resuena en mi oído su pregunta. Irme…, dejar atrás todo…, los recuerdos, mis otros dos hijos, mis nietos, vender el negocio, la casa… Dejarlo ir…, irme… Me sentía entre la espada y la pared, mi nene, el más pequeño, dejarlo ir… Me sentía una traidora, pero irme era traicionar a los mayores, a mis nietos, mis aromas, mis sabores, mi idioma…

     La charla con mi segundo hijo hizo que volvieran los mismos sentimientos que la otra vez, y también desmembrada. Poco a poco me iban partiendo en pedazos. Tres de mis nietos, mi hijo del medio y un país diferente al de su hermano. El mismo planteo y el mismo dolor…

     Cuando la mayor vino con la noticia, creí que se me iba el alma, la vida. De pronto sentí que no había lugar en el mundo para mí y a la vez tenía cuatro lugares que eran míos, tan míos como de nadie más. Ya estaba convencida que no me quedaba dolor por sufrir…

     Llega un momento en la vida en que la necesidad de tomar decisiones nos acorrala. Quizá fuera la hora de partir también para mí, pero adónde… Finalmente hice las valijas sin mirar atrás, buscando un país neutral cerca de todos y lejos del mío, tan lejos…

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